La pandemia no pudo detener el impulso de compartir una nueva Experiencia Forrajera. La clásica jornada técnica organizada por CLAAS Argentina se llevó a cabo por primera vez en forma online pero con contenidos enteramente filmados a campo y desde puntos estratégicos de las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba.
En cuatro bloques, nueve técnicos especialistas y cuatro productores y contratistas recorrieron todas las novedades que van desde la producción de los cultivos forrajeros hasta el suministro como alimentación animal.
La alfalfa fue una de las estrellas de la jornada. Silvia Olivo (INTA Manfredi) hizo foco en cómo lograr una buena implantación y dijo que uno de los primeros aspectos a tener en cuenta es la fecha óptima de siembra, que en la mayor parte de la región pampeana es el otoño porque existen buenas condiciones de temperatura y humedad que favorecen el desarrollo de la raíz y la corona. El stand de plantas es otra variable clave y el óptimo es de entre 250 y 300 plantas por metro cuadrado. En tanto, también hay que considerar la densidad de siembra -400 o 450 semillas viables/m2- y el poder germinativo, para lo cual incide el peleteo, puntualizó.
Así como el cultivo antecesor influye en la cobertura, para Olivo, la calidad de siembra, la capacidad de emergencia de la semilla de alfalfa y la distancia entre hileras son otras variables a analizar: “Como recomendación, si no se cuenta con la máquina adecuada para sembrar entre 15 y 17 centímetros entre hileras hay que sembrar a 20 cm porque vamos a tener los mismos rendimientos y un costo menor de siembra”. ¿Profundidad? no mayor a 1 o 1,5 cm, “por eso es muy importante el contenido de humedad”. ¿Qué cultivar? “Consultar los ensayos zonales de la Red Nacional de Cultivares que lleva adelante INTA Manfredi”. Y una vez sembrada, “seguir el cultivo periódicamente, contando el número de plantas. Debemos dejar que el cultivo florezca más de 10% (entre un 10 y un 30%). De esa manera nos vamos a asegurar que se hayan acumulado reservas en la raíz y la corona. A partir de ahí, en primavera y verano es donde se obtienen las mayores tasas de crecimiento”, detalló la especialista de INTA.
José Jáuregui (Gentos) participó desde un tambo ubicado en Rafaela, Santa Fe. Su mensaje se centró en zanjar la “grieta” entre quienes tienen una mirada más agrícola –de profesionalizar el cultivo de los forrajes– y los que se inclinan por una visión más “tradicional”, con foco en lo ganadero, sin tanto celo en la eficiencia de los cultivos. “Hay que integrar estas dos posturas”, dijo e invitó a mirar a la alfalfa como un cultivo agrícola, como forma de potenciar la producción y la persistencia. Para lograrlo, hay que conocer los rindes de la alfalfa de la misma manera que los productores conocen los de la soja, el trigo o el maíz.
“La única manera de que nuestros tambos y nuestra ganadería sean sustentables es que podamos tener más producción de pasto bien manejado y bien consumido. Es nuestro recurso más barato y el que le da resiliencia y sustentabilidad a nuestros sistemas”, enfatizó.
La nutrición fue el tema abordado por Franco Caraffini (AgroEstudio Rafaela) desde un establecimiento mixto de San Antonio, Santa Fe. El especialista reafirmó la importancia de conocer la demanda del cultivo para poder entender qué necesidades de nutrientes va a tener en las etapas de crecimiento. “Es muy importante comprender al suelo y al lote para ver si le podrá entregar ese pool de nutrientes que necesita el cultivo”, subrayó. Para ello, pidió prestar atención a la “ley del sincronismo”, que apunta a atender las necesidades de nutrición del cultivo a lo largo de los años, y a la “ley de Pareto”, que enuncia que el 80% del resultado está expresado por el 20% de las acciones que hacemos. “Lo importante es implementar técnicas de nutrición que ayuden a maximizar el rendimiento a campo y a obtener resultados rentables, replicables y sustentables”, concluyó.
El maíz para silo también fue protagonista. Santiago Vacca (KWS) recordó que el híbrido silero se va a trasformar en carne y leche por lo que es clave evaluar atributos como el rendimiento en grano (aporte de calidad), de la materia seca digestible y la profundidad de grano. “También debe aportar una amplia ventana de picado que va a permitir esperar a los contratistas, que es el cuello de botella para quienes hacen silaje”, dijo.
Sobre el manejo para alcanzar una óptima calidad nutricional, expresó que “debemos garantizar una buena fertilización de base con fósforo y zinc” y poner especial atención al nitrógeno. Desde KWS se trabaja en la estrategia de fertilización fraccionada de nitrógeno en busca de mejorar cantidad y calidad de materia seca en los casos en los que hay buena disponibilidad de agua. “Por cada kilogramo de nitrógeno que se pone a disposición del maíz se logran entre 35 y 40 litros de leche”, detalló.
El encuentro también incluyó el testimonio de Manuel Cereigido, un productor lechero de Trenque Lauquen para quien las reservas en silo de alfalfa, cebada y maíz “son fundamentales para mantener la producción lo más estable posible” de su tambo “El Peludo” de 550 vacas y 32 litros de leche por animal.